Queens of the disco
Gamusino en Bata
Dibujos, bocetos, ilustraciones y otros menesteres artísticos nacidos de la mano de Maria del Mar A.
martes, 11 de noviembre de 2014
martes, 21 de octubre de 2014
lunes, 15 de septiembre de 2014
martes, 15 de octubre de 2013
miércoles, 21 de agosto de 2013
Mucho sin decir nada, por problemas familiares y enfermedad. Pero bueno, os pongo un cuento corto que escribí hará algo más de 10 años (tiene fallos, no me lo tengáis en cuenta...era muy joven xD) para que no os aburráis.
YONKI
Todas aquellas palabras que en su época fueron escritas. Todas aquellas sonrisas y aquellas tardes plácidas y durmientes, delicadas y etéreas habían desaparecido.
Ya solo le quedaba un frío suelo en consonancia con su cuerpo. Solo la pared sucia y oxidada, oscura y decadente de aquellos baños públicos en los que se apoyaba.
Vomitó, y el vomito pareció surgir de su propia alma.
La bilis ácida hacía chillar cada corte de sus labios, los espasmos agarrotaban su cuerpo y la sensación de que la propia sala giraba sobre si misma; todo el conjunto parecía oscuro e irreal.
Alzó la cara y sonrió. Había tocado fondo...se revolcaba en el fondo...arañaba el suelo del fondo con las uñas para lograr caer aún más bajo. Era lo que siempre había querido. ¿No?
Desde que ella se había ido no buscaba otra cosa, solo verla; y ese deseo le ayudaba a comer, le ayudaba a dormir, a respirar, a picarse drogas aunque fuera con un imperdible, a esperar: a esperarLA.
Pero ella ya no estaba, ella ya no volvería, el cristal se la había llevado hace tiempo (estúpida y sucia droga hippie).
Se puso en pie aun sin poder dar un paso, sin dejar de sonreír, concentrándose en el dolor de su brazo podrido y aquel pestazo a vómito que ahora lo invadía todo.
La amaba, pero ahora nada tenía sentido, aquellos cielos como pintados por Van gogh, aquellas tardes felices por la Rue de Seine, su voz por la mañana, sonido de fondo en la habitación, cantando (creyendo siempre que él dormía) puisque la terre est ronde, mon amour t’en fais pas, mon amour t’en fais pas... todo se había esfumado.
-Eh!- la voz distorsionada por sus sentidos le hizo retorcerse, entrando en su cerebro tan dolorosamente como una bala- estúpidos yonkis- antes de saber que había pasado estaba levantado en volandas. Trató de razonar, pero hacía mucho tiempo que ya nadie le escuchaba.
La droga te convierte en un enfermo, y hace que los de tu alrededor se vuelvan sordos.
Trató de decir que solo se encontraba mal y no quería vomitar en la calle. Trató de pedir perdón, trató... trató y acabó en el suelo de la calle, tan dolorido como si acabaran de darle una paliza.
Y tos ahogada, un par de veces, pero nadie vino en su ayuda. Así que tuvo que levantarse solo. Pero ya no importaba. Ella, con su cabello rizado y las manos manchadas de óleo, de tiempo, de recuerdos, sonreía a lo lejos de forma ausente.
Con un vestido hecho de luna y mil soles en el rostro.
Él caminó entonces, perdiéndose entre la gente que evitaba hasta mirarle. Pero daba igual; ahora tenía para él solo la voz de la reina del país de las memorias, de donde sería paria, seguidor, viajero, y finalmente monarca absoluto.
puisque la terre est ronde, mon amour t’en fais pas, mon amour t’en fais pas
YONKI
Todas aquellas palabras que en su época fueron escritas. Todas aquellas sonrisas y aquellas tardes plácidas y durmientes, delicadas y etéreas habían desaparecido.
Ya solo le quedaba un frío suelo en consonancia con su cuerpo. Solo la pared sucia y oxidada, oscura y decadente de aquellos baños públicos en los que se apoyaba.
Vomitó, y el vomito pareció surgir de su propia alma.
La bilis ácida hacía chillar cada corte de sus labios, los espasmos agarrotaban su cuerpo y la sensación de que la propia sala giraba sobre si misma; todo el conjunto parecía oscuro e irreal.
Alzó la cara y sonrió. Había tocado fondo...se revolcaba en el fondo...arañaba el suelo del fondo con las uñas para lograr caer aún más bajo. Era lo que siempre había querido. ¿No?
Desde que ella se había ido no buscaba otra cosa, solo verla; y ese deseo le ayudaba a comer, le ayudaba a dormir, a respirar, a picarse drogas aunque fuera con un imperdible, a esperar: a esperarLA.
Pero ella ya no estaba, ella ya no volvería, el cristal se la había llevado hace tiempo (estúpida y sucia droga hippie).
Se puso en pie aun sin poder dar un paso, sin dejar de sonreír, concentrándose en el dolor de su brazo podrido y aquel pestazo a vómito que ahora lo invadía todo.
La amaba, pero ahora nada tenía sentido, aquellos cielos como pintados por Van gogh, aquellas tardes felices por la Rue de Seine, su voz por la mañana, sonido de fondo en la habitación, cantando (creyendo siempre que él dormía) puisque la terre est ronde, mon amour t’en fais pas, mon amour t’en fais pas... todo se había esfumado.
-Eh!- la voz distorsionada por sus sentidos le hizo retorcerse, entrando en su cerebro tan dolorosamente como una bala- estúpidos yonkis- antes de saber que había pasado estaba levantado en volandas. Trató de razonar, pero hacía mucho tiempo que ya nadie le escuchaba.
La droga te convierte en un enfermo, y hace que los de tu alrededor se vuelvan sordos.
Trató de decir que solo se encontraba mal y no quería vomitar en la calle. Trató de pedir perdón, trató... trató y acabó en el suelo de la calle, tan dolorido como si acabaran de darle una paliza.
Y tos ahogada, un par de veces, pero nadie vino en su ayuda. Así que tuvo que levantarse solo. Pero ya no importaba. Ella, con su cabello rizado y las manos manchadas de óleo, de tiempo, de recuerdos, sonreía a lo lejos de forma ausente.
Con un vestido hecho de luna y mil soles en el rostro.
Él caminó entonces, perdiéndose entre la gente que evitaba hasta mirarle. Pero daba igual; ahora tenía para él solo la voz de la reina del país de las memorias, de donde sería paria, seguidor, viajero, y finalmente monarca absoluto.
puisque la terre est ronde, mon amour t’en fais pas, mon amour t’en fais pas
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